eran azules las hojas de los árboles
azul el sol de la ventana
azules las horas estancadas en los ojos
habíamos dejado crecer el infinito y ahora
metamorfoseados en pájaros
con alas que nos sacaban a empujones
ella me dijo una vez:
de la palabra al cielo hay un instante
un minuto imborrable y eterno
entonces no quisimos volver a tener nombre
y dimos luz entre las sombras
azul una piel sobre la otra
una sílaba húmeda en la oreja
azul el pacto en la sangre del otro
entonces supimos que era cierto